martes, 18 de diciembre de 2007

Pataliebre 6 - Mandarina Mecánica 2


Sí, nos la han vuelto a meter doblada. Ya van quedando menos excusas, o eso es lo que me cuentan, porque servidor no pudo asistir al match. Consciente de nuestra misión, de las limitaciones humanas y de la cercanía de los treinta tacos, me calcé mi traje de Hermes Trimegisto y partí desde Babilonia Central al noreste, a las altas cumbres en las que en vez de lamas hay profesores de esquí, no muy lejos de San Juan de la Peña, lugar donde Perceval depositó el Santo Grial y que ahora mismo lo custodian en Valencia como rehén a cambio de agua, sino al ladito mismo de un lugar más sagrado aún, el Taj Majal aragonés al Amor, el homenaje a la Segunda Venida: Torreciudad.

Ser aragonés es duro, no solo por el hecho de ser por consiguiente español (que ya es), sino porque si la piel de toro carga con 500 años de decadencia, nosotros arrastramos 1000 de podredumbre. Y además nos reímos de la endogamia que enarbolan orgullosos los vascos y los esquimales, porque en los condados de Sobrarbe, la Ribagorza y Aragón, además de la endogamia propia de valles aislados, también se practica desde tiempos inmemoriales la endogamia espiritual, en la que los abuelos se reencarnan cíclicamente en los nietos, con la consiguiente tara mística, un hecho diferencial propio que pudo dar lugar a un alma redentora del calibre de don Escrivá de don Balaguer. Y eso por no hablar de los primeros condes de la zona de los que se tiene noticia allá por el siglo IX, toditos todos ellos con el apellido Aznar, nuestra leyenda artúrica propia. ¿Para qué más? Normal que a partir de entonces todo sea decadencia, y si no, cuatro años después, asómense ahora mismo a la ventana, la calle parece Resident Evil.
No desvelaré el nombre exacto del poblacho porque los brujos no revelan sus moradas. Pero está lo bastante cerca de este Templo de Salomón como para poder humillar mi cuerpo contra la tierra e impregnarme de todo su fulgor y pureza y así traer a los madriles una nueva orden de monjes guerreros calzados de color mandarina. Y eso a pesar de tener la desdicha de haber nacido en una familia con menos de diez hermanos, con la deshonra que supone para mis padres y el estigma de un doble pecado original que me toca llevar, como a tantos y tantos mortales.

Del partido en sí poco puedo decir, tampoco hay mucho que decir la verdad, solo lo poco que le pude sonsacar por dos maravedíes a un narrador ciego y desharrapado mientras intentaba yo esquivar los certeros salivazos que escupía al recitar el minuto a minuto en alejandrinos. Esto es, en nuestro debe, prácticamente todo, y nuestro haber, dos goles como dos soles; uno de, cómo no, nuestro Luis, tras recortar al defensa con su escopeta Remington M870 y disparar sin piedad a gol, y Juan, en un déjà vu de su anterior gol, adelantándose y rematando de cabeza al primer palo a la salida de un corner.

Señalar por último que la leyenda que nos transmitió Koffi Annan en el anterior partido se cumplió ese domingo, y la Mandarina Mecánica F.C pudo debutar en césped artificial y achacar la derrota, al igual que los primera división, al miedo a las lesiones internas, por ejemplo, o a la inadaptación al nuevo terreno por culpa de Darwin, ya que a causa de la selección natural y los arenales del campo de La Elipa, el desarrollo de nuestro gen ‘Africa Corps’ en su fase de eclosión no es compatible con la lucha en las verdes praderas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo tú eres capaz de hacer una crónica tan larga y emotiva de un partido que ni has visto, ni oído, sino tan sólo olido la sangre seca sobre el terreno de juego.
Cada crónica hace que merezca la pena leérmela hasta el final, aún a riesgo de que me echen del curro.
Creo que hablo en nombre de Todos cuando digo que en este partido se te echó de menos. Y a Radchenko también...

Eldemo dijo...

No está mal, aunque se nota que no has estado, le falta esa épica que tienen las anteriores. Aún así, grande, como siempre.