martes, 18 de diciembre de 2007

Mandarina Mecánica 1 - Punico 3


Aquí, en esta lúgubre estancia iluminada por la tintineante luz del candil que refleja en las tinieblas un trémulo haz de mi propia sombra, mi indecisa mano sostiene a duras penas la pluma de faisán sobre una hoja empapada por un continuo gotear de lágrimas saladas cuales pipas Facundo. Ahí fuera las nubes, negras como ébano, se arremolinan frente a mi puerta. Aquí dentro, en mi alma, relampaguea. He de reconocer mi culpa y, por tanto, pagarla. Mi vida poco vale ya, solo mi honor puede salvarse. El Destino me puso a prueba y fallé ignominiosamente la estocada mortal como solo la podría fallar Ortega Cano. Sumadme a esa lista del horror: Eloy, Djuckic, Alejo. Cierto es que ‘Raúl el 7’ y Riquelme se llevaron también la palma en la Eurocopa y la Champions respectivamente, pero más cierto es que un gitano no puede compararse con Dios.

Volvía Kofi Annan de árbitro, el rival era el Púnico Gfc y esta vez al menos estábamos los justos, siete, ni chicha ni limoná. La noche era cerrada y lucía una enorme y resplandeciente luna llena sobre el cementerio de La Almudena, luna lunera cuyo influjo se dejó notar en ambos porteros con sendas clamorosas cantadas, primero la de nuestro gurdabayas Carlos y al minuto, en un buen ejercicio de mímesis, del cancerbero rival en un saque de falta con la zurda de nuestro gurú Luis. Vamos, que entre los dos el balón se llevó un buen olor a sobaco. Si bien Carlos enmendó la plana con una serie de buenas paradas, ya que ocasiones cuando la Mandarina ¿defiende? no faltan para ello, aderezadas con un inexplicable incidente que la Universidad de Física Cuántica de La Almunia aún no ha conseguido resolver, en el que la pelota le pasó a Carlos mansamente por entre las piernas, dio al palo y la recogió un delantero de los suyos para, a puerta vacía, tirarla fuera. Me pareció además ver a los hermanos Tonneti rondar por ahí, pero quizá fue solo una ilusión. A los demás mandarineros la luna, más que en temibles bestias del averno, nos transformó en perros callejeros. ¿Alguna vez has jugado a regatear a tu perro con una pelota? Pues eso.

La cosa es que de alguna manera ellos se volvieron a adelantar en el marcador, 2-1 pues, y ya mediada la segunda parte y la Mandarina quemando todas sus naves, Radchenko controló por una vez un balón, y para más mérito dentro del área, y al notar por detrás el suave contacto aterciopelado del defensa, la inercia se lo llevó al suelo en una postura tipo “es todo tuyo, bribón”, penalizada con dos rombos. Entones Kofi Annan decretó ‘acción humanitaria’ señalando el punto de penalti, con las consiguientes protestas del Púnico y las consiguientes disculpas de Kofi. Y en un arrebato infantil de “falta, penalti, pido”, Radchenko se apretujó el cuero al pecho, y con la cabeza alta, esgrimiendo un absurdo “me lo merezco” en la mirada, situó la pelota en la confluencia de dos socavones en lo que se intuía podía ser el punto fatídico, y lanzó afeminadamente el balón a las manos del portero.

De semejante shock, y de las ganas de deshollar ahí mismo a Radchenko, la Mandarina se vino abajo, entregó Zaragoza a los franceses y cayó el tercer gol. A casa. Tuvimos al menos un punto brincando como un renacuajo en nuestras manos y al final nos salió rana. Y ahora que mis camaradas están tratando de derribar mi puerta a cabezazos mientras blanden antorchas y útiles de labranza, creo que ha llegado el momento de decidirme de una vez si me abro las venas con el cúter o me disparo en la cabeza con la grapadora. ¡Rápido, no hay tiempo que perder! Que esparzan mis cenizas en La Romareda. He dicho.

Pataliebre 6 - Mandarina Mecánica 2


Sí, nos la han vuelto a meter doblada. Ya van quedando menos excusas, o eso es lo que me cuentan, porque servidor no pudo asistir al match. Consciente de nuestra misión, de las limitaciones humanas y de la cercanía de los treinta tacos, me calcé mi traje de Hermes Trimegisto y partí desde Babilonia Central al noreste, a las altas cumbres en las que en vez de lamas hay profesores de esquí, no muy lejos de San Juan de la Peña, lugar donde Perceval depositó el Santo Grial y que ahora mismo lo custodian en Valencia como rehén a cambio de agua, sino al ladito mismo de un lugar más sagrado aún, el Taj Majal aragonés al Amor, el homenaje a la Segunda Venida: Torreciudad.

Ser aragonés es duro, no solo por el hecho de ser por consiguiente español (que ya es), sino porque si la piel de toro carga con 500 años de decadencia, nosotros arrastramos 1000 de podredumbre. Y además nos reímos de la endogamia que enarbolan orgullosos los vascos y los esquimales, porque en los condados de Sobrarbe, la Ribagorza y Aragón, además de la endogamia propia de valles aislados, también se practica desde tiempos inmemoriales la endogamia espiritual, en la que los abuelos se reencarnan cíclicamente en los nietos, con la consiguiente tara mística, un hecho diferencial propio que pudo dar lugar a un alma redentora del calibre de don Escrivá de don Balaguer. Y eso por no hablar de los primeros condes de la zona de los que se tiene noticia allá por el siglo IX, toditos todos ellos con el apellido Aznar, nuestra leyenda artúrica propia. ¿Para qué más? Normal que a partir de entonces todo sea decadencia, y si no, cuatro años después, asómense ahora mismo a la ventana, la calle parece Resident Evil.
No desvelaré el nombre exacto del poblacho porque los brujos no revelan sus moradas. Pero está lo bastante cerca de este Templo de Salomón como para poder humillar mi cuerpo contra la tierra e impregnarme de todo su fulgor y pureza y así traer a los madriles una nueva orden de monjes guerreros calzados de color mandarina. Y eso a pesar de tener la desdicha de haber nacido en una familia con menos de diez hermanos, con la deshonra que supone para mis padres y el estigma de un doble pecado original que me toca llevar, como a tantos y tantos mortales.

Del partido en sí poco puedo decir, tampoco hay mucho que decir la verdad, solo lo poco que le pude sonsacar por dos maravedíes a un narrador ciego y desharrapado mientras intentaba yo esquivar los certeros salivazos que escupía al recitar el minuto a minuto en alejandrinos. Esto es, en nuestro debe, prácticamente todo, y nuestro haber, dos goles como dos soles; uno de, cómo no, nuestro Luis, tras recortar al defensa con su escopeta Remington M870 y disparar sin piedad a gol, y Juan, en un déjà vu de su anterior gol, adelantándose y rematando de cabeza al primer palo a la salida de un corner.

Señalar por último que la leyenda que nos transmitió Koffi Annan en el anterior partido se cumplió ese domingo, y la Mandarina Mecánica F.C pudo debutar en césped artificial y achacar la derrota, al igual que los primera división, al miedo a las lesiones internas, por ejemplo, o a la inadaptación al nuevo terreno por culpa de Darwin, ya que a causa de la selección natural y los arenales del campo de La Elipa, el desarrollo de nuestro gen ‘Africa Corps’ en su fase de eclosión no es compatible con la lucha en las verdes praderas.