Aquí, en esta lúgubre estancia iluminada por la tintineante luz del candil que refleja en las tinieblas un trémulo haz de mi propia sombra, mi indecisa mano sostiene a duras penas la pluma de faisán sobre una hoja empapada por un continuo gotear de lágrimas saladas cuales pipas Facundo. Ahí fuera las nubes, negras como ébano, se arremolinan frente a mi puerta. Aquí dentro, en mi alma, relampaguea. He de reconocer mi culpa y, por tanto, pagarla. Mi vida poco vale ya, solo mi honor puede salvarse. El Destino me puso a prueba y fallé ignominiosamente la estocada mortal como solo la podría fallar Ortega Cano. Sumadme a esa lista del horror: Eloy, Djuckic, Alejo. Cierto es que ‘Raúl el 7’ y Riquelme se llevaron también la palma en la Eurocopa y la Champions respectivamente, pero más cierto es que un gitano no puede compararse con Dios.
Volvía Kofi Annan de árbitro, el rival era el Púnico Gfc y esta vez al menos estábamos los justos, siete, ni chicha ni limoná. La noche era cerrada y lucía una enorme y resplandeciente luna llena sobre el cementerio de La Almudena, luna lunera cuyo influjo se dejó notar en ambos porteros con sendas clamorosas cantadas, primero la de nuestro gurdabayas Carlos y al minuto, en un buen ejercicio de mímesis, del cancerbero rival en un saque de falta con la zurda de nuestro gurú Luis. Vamos, que entre los dos el balón se llevó un buen olor a sobaco. Si bien Carlos enmendó la plana con una serie de buenas paradas, ya que ocasiones cuando la Mandarina ¿defiende? no faltan para ello, aderezadas con un inexplicable incidente que la Universidad de Física Cuántica de La Almunia aún no ha conseguido resolver, en el que la pelota le pasó a Carlos mansamente por entre las piernas, dio al palo y la recogió un delantero de los suyos para, a puerta vacía, tirarla fuera. Me pareció además ver a los hermanos Tonneti rondar por ahí, pero quizá fue solo una ilusión. A los demás mandarineros la luna, más que en temibles bestias del averno, nos transformó en perros callejeros. ¿Alguna vez has jugado a regatear a tu perro con una pelota? Pues eso.
La cosa es que de alguna manera ellos se volvieron a adelantar en el marcador, 2-1 pues, y ya mediada la segunda parte y la Mandarina quemando todas sus naves, Radchenko controló por una vez un balón, y para más mérito dentro del área, y al notar por detrás el suave contacto aterciopelado del defensa, la inercia se lo llevó al suelo en una postura tipo “es todo tuyo, bribón”, penalizada con dos rombos. Entones Kofi Annan decretó ‘acción humanitaria’ señalando el punto de penalti, con las consiguientes protestas del Púnico y las consiguientes disculpas de Kofi. Y en un arrebato infantil de “falta, penalti, pido”, Radchenko se apretujó el cuero al pecho, y con la cabeza alta, esgrimiendo un absurdo “me lo merezco” en la mirada, situó la pelota en la confluencia de dos socavones en lo que se intuía podía ser el punto fatídico, y lanzó afeminadamente el balón a las manos del portero.
Volvía Kofi Annan de árbitro, el rival era el Púnico Gfc y esta vez al menos estábamos los justos, siete, ni chicha ni limoná. La noche era cerrada y lucía una enorme y resplandeciente luna llena sobre el cementerio de La Almudena, luna lunera cuyo influjo se dejó notar en ambos porteros con sendas clamorosas cantadas, primero la de nuestro gurdabayas Carlos y al minuto, en un buen ejercicio de mímesis, del cancerbero rival en un saque de falta con la zurda de nuestro gurú Luis. Vamos, que entre los dos el balón se llevó un buen olor a sobaco. Si bien Carlos enmendó la plana con una serie de buenas paradas, ya que ocasiones cuando la Mandarina ¿defiende? no faltan para ello, aderezadas con un inexplicable incidente que la Universidad de Física Cuántica de La Almunia aún no ha conseguido resolver, en el que la pelota le pasó a Carlos mansamente por entre las piernas, dio al palo y la recogió un delantero de los suyos para, a puerta vacía, tirarla fuera. Me pareció además ver a los hermanos Tonneti rondar por ahí, pero quizá fue solo una ilusión. A los demás mandarineros la luna, más que en temibles bestias del averno, nos transformó en perros callejeros. ¿Alguna vez has jugado a regatear a tu perro con una pelota? Pues eso.
La cosa es que de alguna manera ellos se volvieron a adelantar en el marcador, 2-1 pues, y ya mediada la segunda parte y la Mandarina quemando todas sus naves, Radchenko controló por una vez un balón, y para más mérito dentro del área, y al notar por detrás el suave contacto aterciopelado del defensa, la inercia se lo llevó al suelo en una postura tipo “es todo tuyo, bribón”, penalizada con dos rombos. Entones Kofi Annan decretó ‘acción humanitaria’ señalando el punto de penalti, con las consiguientes protestas del Púnico y las consiguientes disculpas de Kofi. Y en un arrebato infantil de “falta, penalti, pido”, Radchenko se apretujó el cuero al pecho, y con la cabeza alta, esgrimiendo un absurdo “me lo merezco” en la mirada, situó la pelota en la confluencia de dos socavones en lo que se intuía podía ser el punto fatídico, y lanzó afeminadamente el balón a las manos del portero.
De semejante shock, y de las ganas de deshollar ahí mismo a Radchenko, la Mandarina se vino abajo, entregó Zaragoza a los franceses y cayó el tercer gol. A casa. Tuvimos al menos un punto brincando como un renacuajo en nuestras manos y al final nos salió rana. Y ahora que mis camaradas están tratando de derribar mi puerta a cabezazos mientras blanden antorchas y útiles de labranza, creo que ha llegado el momento de decidirme de una vez si me abro las venas con el cúter o me disparo en la cabeza con la grapadora. ¡Rápido, no hay tiempo que perder! Que esparzan mis cenizas en La Romareda. He dicho.